La actual pandemia no ha cambiado muchas de las tendencias de fondo de la sociedad como el envejecimiento de la población, el cambio climático o la escasez de recursos.
La expansión y alcance del ya famoso pero a la vez desconocido Covid-19 ha cogido a todo el mundo por sorpresa. En términos de mercado, nadie podía preveer la debacle que ha supuesto la pandemia y, del mismo modo, es muy complicado diagnosticar qué más consecuencias tendrá. Por ello, los inversores se han encontrado desamparados y sin saber bien qué hacer, porque hasta los propios gestores y actores del mercado han sido presa de la incertidumbre. Encontrar soluciones alternativas de inversión se ha convertido en un verdadero reto, pero sí que hay opciones, aunque para algunas hay que aliarse con la paciencia.
Las terribles secuelas de este nuevo coronavirus ha dado un giro a cómo vivimos pero no ha alterado algunas tendencias de fondo que ya existían. Por ello, las megatendencias pueden ser una de las mejores apuestas para tratar de paliar el daño de la cartera, si bien es un ámbito muy extenso, por ello, desde elEconomista hemos buscado cuáles son las que de verdad baten al mercado en el covidcrash. Se trata del sector salud, la biotecnología, la tecnología y la robótica. De media, los fondos de renta variable de estas industrias han acumulado una caída de entre el 4% y el 11%, mientras que el S&P 500 ha arrastrado un descenso superior al 13% (con datos hasta el 9 de abril).
Victoria Torre, responsable de comunicación corporativa de Singular Bank, explica que apuestan por las megatendencias en un momento como el actual porque están “alejadas por definición del ciclo económico a corto plazo”. En este sentido, las megatendencias son un conjunto de aspectos de la sociedad y del entorno que se dirigen hacia una dirección, transformando los comportamientos, los valores y los hábitos de consumo y cuyo impacto es global y de largo plazo. Hablamos de envejecimiento de la población, cambio climático, escasez de recursos, crecimiento de las sociedades…
Salud
El sector de la salud ya era uno de los llamados a cambiar el mundo antes del Covid-19, por los cambios demográficos que se producen constantemente, como el aumento de la clase media en los países emergentes, el incremento de la longevidad, los cambios de hábitos o el progresivo envejecimiento de la población. Según datos de la OMS, entre 2015 y 2050, la proporción de la población mundial con más de 60 años de edad pasará de 900 millones hasta 2.000 millones, lo que representa un aumento del 12% al 22%. Después de la pandemia, la importancia de esta tendencia se pone aún más de relieve. Mientras la industria farmacéutica lucha para encontrar antídotos, con protagonistas como Gilead, Novavax, Sichuan Clover, Biopharmaceuticals o Dynavax, la crisis deja otras lecturas que marcarán la evolución del sector a futuro -que es, por otra parte, el que mejor ha resistido en bolsa la corrección provocada por el coronavirus desde finales de febrero-.
Una de esas lecturas es la importancia de innovar a futuro en materia de atención sanitaria: “Creemos que esto impulsará el desarrollo de terapias avanzadas, tecnología médica y servicios de atención sanitaria. Además, se impulsará la atención sanitaria digital, donde la tecnología en forma de telesalud ha demostrado su valor durante esta crisis como medio para hacer que la prestación de servicios sanitarios sea más reactiva y eficiente”, opina David Docherty, director de inversiones temáticas de Schroders. Según calcula Citi, la telesalud se duplicará en EEUU en los próximos 5 años.
Tecnología
El Covid-19 ha alterado el día a día de millones de personas en todo el mundo debido a las medidas de confinamiento impulsadas por los gobiernos para frenar su avance. Gracias a la tecnología que ya existía, hoy muchas de ellas pueden teletrabajar, hacer la compra online, realizar transacciones sin salir de casa, videollamadas… y un largo etcétera. El mayor uso de la red beneficia a un sin fin de empresas: a las de semiconductores, software, hardware, de procesadores o de servicios de pago, por poner algunos ejemplos. “Una poderosa convergencia de tecnologías como la inteligencia artificial, la computación cuántica y el Internet de las Cosas impulsará innovaciones disruptivas en la tecnología financiera, las comunicaciones y muchas otras industrias durante esta crisis. Pero lo más importante es que permanecerán una vez esta crisis se haya resuelto”, señalan en Schroders.
La tecnología es mucho más de lo descrito anteriormente. Esta tendencia engloba también al big data, por el que se recaban cantidades ingentes de información que luego permiten extraer conclusiones que ayudan a las empresas a desempeñar mejor sus negocios; y también a la inteligencia artificial, que se construye sobre los cimientos del big data. “Con los algoritmos apropiados y suficiente información para alimentarlos, un sistema puede analizar, aprender y actuar a partir de estos datos de forma independiente”, explican en Fidelity. Este tipo de tecnología tiene diversos usos: diagnósticos médicos, seguridad doméstica, transporte o inversiones financieras o servicios de atención al cliente automatizados, entre otros.
Biotecnología
Como le ocurre al sector de la salud, la biotecnología se ve impactada por tendencias como el crecimiento de la población, el surgimiento de nuevas enfermedades o el envejecimiento de los seres humanos, pero también por la escasez de recursos, la mejora de los alimentos o el cambio climático. Se trata de utilizar organismos vivos para la creación o modificación de productos para diversos fines. Por ello, su aplicación a diversas y dispares disciplinas la convierten en una de las megatendencias más prometedoras a largo plazo. A este respecto, el índice Nasdaq Biotechnology apenas retrocede un 1% en el año, mientras que los fondos de esta categoría, de media, pierden en el año menos de un 6%. Según Global Market Insights, el mercado de la biotecnología superó los 417.000 millones de dólares en 2018 y se prevé que alcance una tasa compuesta anual del 8,3% hasta 2025.
Uno de los factores más positivos que presenta este sector es que su demanda es inelástica, es decir, no cae pese a la situación macroeconómica, principalmente en el ámbito sanitario, en el que destacan nombres como Amgen, Biogen o Vertex Pharmaceuticals. Más allá de sus aplicaciones sanitarias, otros segmentos en los que destaca la biotecnología son, por ejemplo, la creación de alimentos que puedan soportar grandes periodos de sequía o resistir mejor las plagas, la búsqueda de nuevas fuentes de energía (biocombustibles) basándose en algas y otros organismos marinos o, incluso, la clonación de seres vivos con el fin de preservar especies.
Robótica
Pensar en robots puede ser hacerlo en procesos de fabricación en el sector industrial, pero lo cierto es que este negocio ha pasado a formar parte de nuestra vida diaria. Por ejemplo, la aplicación sanitaria. Según Citi, “la cirugía robótica representa solo el 2% de todos los procedimientos quirúrgicos actualmente, pero con los avances, parece que se acelerará a casi el 15% para 2030″.
Desde Statista indican que “se espera que el mercado mundial de robots crezca a una tasa de crecimiento anual compuesta de alrededor del 26% para llegar a poco menos de 210.000 millones de dólares en 2025. Se pronostica que este mercado alcanzará la marca de 100.000 millones de dólares este año”. En las últimas tres décadas los robots han incrementado su eficiencia hasta en un 300%, mientras que su coste ha disminuido en un 80%.
A este respecto, desde Pictet indentifican tres segmentos prometedores. Por un lado, la automatización industrial, con una nueva generación de robots inteligentes destinados a mejorar los procesos industriales. Por otro, las aplicaciones orientadas al consumo y servicios como es el caso de los vehículos aéreos no tripulados (los drones comerciales), así como robots para asistir en quirófanos o monitorizar pacientes vulnerables a domicilio. De hecho, ya se habla de drones que puedan repartir kits de pruebas, e incluso, vacunas para paliar la actual pandemia. Por último, las tecnologías habilitantes, es decir, sistemas de visión artificial que dotan a los robots de los ojos (cámaras) y del cerebro (software y sensores) que necesitan para percibir su entorno y llegar a ser autónomos.