David Sinclair: “La vejez es una enfermedad sobre la que debemos actuar”

Sus investigaciones para lograr la fórmula de la eterna juventud abren una vía revolucionaria y no se libran de críticas escépticas.

El libro ‘Alarga tu esperanza de vida’ (Grijalbo) se ha convertido en un auténtico bestseller.

Profesor de genética en la Facultad de Medicina de Harvard, recolector de distinciones por sus avances científicos y una de las 100 personas más importantes del mundo para la revista Time, David Sinclair atesora lo más parecido al secreto de la eterna juventud: la fórmula para retrasar al máximo el envejecimiento.

De haber nacido unos siglos atrás, afirmaciones como que probablemente en el siglo XXII llegar a los ciento veintidós años en condiciones saludables será la norma, le habrían supuesto ser quemado en la hoguera. Hoy sus predicciones, sostenidas en los esperanzadores resultados clínicos llevados cabo en su laboratorio de Harvard, tampoco se libran de respuestas escépticas, lo que él achaca al desconocimiento de que estamos ya inmersos en una revolución genética que nos catapultará a un salto evolutivo para el que nuestros esquemas mentales simplemente no están preparados.

David Sinclair insiste en que es investigador, no médico, por lo que ofrecer consejos médicos queda fuera de su cometido. Esto no implica dejar de compartir lo que él hace, siempre bajo el sobrentendido de que “esto no es necesariamente lo que tú deberás hacer”. Reproducimos aquí su listado de prácticas comunes:

‘Mens sana in corpore sano’: Una rutina para la eterna juventud

  • Tomo un gramo (mil miligramos) de NMN todas las mañanas junto con un gramo de resveratrol (mezclado con yogur casero) y un gramo de metformina.
  • Tomo una dosis diaria de vitamina D y vitamina K2 y 83 miligramos de aspirina
  • Me esfuerzo por mantener al mínimo la ingesta de azúcar, pan y pasta. Dejé los postres a los cuarenta años, aunque de vez en cuando los pruebo.
  • Intento saltarme una comida al día o, al menos, trato de que sea lo más pequeña posible. Mi apretada agenda laboral hace que casi todos los días de la semana me salte el almuerzo.
  • Cada pocos meses, me sacan sangre en casa para analizarla en busca de muchos biomarcadores. Si dichos niveles no son óptimos, los modero con la comida o haciendo ejercicio.
  • Intento andar mucho todos los días y subir escaleras. Voy al gimnasio casi todos los fines de semana con mi hijo Ben. Hacemos pesas, corremos un poco y vamos a la sauna antes de sumergirnos en una piscina de agua helada.
  • Como muchas verduras y hortalizas e intento no comer carne de mamífero, a pesar de que está muy buena. Si hago ejercicio, sí como carne.
  • No fumo. Intento evitar los plásticos calentados en el microondas, exponerme demasiado a los rayos UVA, los rayos X y los TAC.
  • Intento estar en un ambiente fresco durante el día y también durante la noche.
  • Mi objetivo es mantener mi índice de masa corporal, IMC, entre 23-25, el rango óptimo para mi salud.

Todas sus argumentaciones científicas, fruto de décadas de trabajo, están expuestas en el libro Alarga tu esperanza de vida. Cómo la ciencia nos ayuda a controlar y revertir el proceso de envejecimiento (Grijalbo). Además de ponernos al día acerca de los asombrosos progresos en el desciframiento de los mecanismos químicos y orgánicos sobre los que actuar para prevenir nuestro deterioro fisiológico prematuro (un avance: podemos llegar a resetear nuestro código epigenético), el doctor Sinclair defiende también la introducción de hábitos sencillos (dieta, ejercicio, exposición al frío..) para contribuir desde ya a garantizarse una vejez extendida y óptima. Tras arduas negociaciones con su agentes, el hombre que asegura sentirse igual que cuando tenía treinta años pese a tener cincuenta y que se jacta de no tener arruga ni cana alguna, respondió por correo electrónico desde Boston las preguntas de Magazine Lifestyle.

En su libro señala cómo el fallecimiento de una de sus abuelas fue clave en su futuro deseo de buscar métodos de cara a alargar nuestra esperanza de vida.

Su muerte fue muy dolorosa pero lo verdaderamente inspirador fue el modo en que me crió. Acostumbraba a recordarme que ser consciente de la enorme capacidad del ser humano para hacer el mal -hablamos de alguien que sufrió la Segunda Guerra Mundial y los efectos de la revolución húngara de 1956- debía impulsarme a hacer algo positivo con mi vida, a intentar aportar alguna mejora a la humanidad. De aquí mi dedicación a la investigación enfocada a la prevención y al tratamiento de enfermedades, lo que encaja con el propósito de expandir nuestros horizontes vitales.

La Organización Mundial de la Salud ha acabado por incluir el envejecimiento en su lista oficial de enfermedades. Esto puede resultar chocante para muchos pero ¿cómo debemos entender el concepto de células madre en este contexto preciso?

Una enfermedad es un deterioro del cuerpo, lo que significa que no funciona correctamente. La definición le encaja como un guante al envejecimiento. El hecho de que sea común no resta un ápice su cualidad de enfermedad sobre la que debemos actuar. De hecho, el envejecimiento es la causa troncal de la mayoría de enfermedades sobre las que procuramos intervenir, con frecuencia cuando, por desgracia, el proceso ya se presenta demasiado avanzado. Jamás nos libraremos de la muerte ni del dolor pero las enfermedades prolongadas, aquellas que se arrastran durante décadas, serán cada vez más raras.

¿Cuán cerca diría que estamos de asistir a una revolución genética, es decir, de implementar medidas prácticas que nos cambiarán la vida?

Algunas enfermedades genéticas, como es el caso de la ceguera, ya son tratadas recurriendo a una tecnología de edición genética llamada CRISPR (Repeticiones Palindrómicas Cortas Agrupadas y Regularmente Interespaciadas). Por consiguiente, la revolución genética ya es una realidad. Además ha alumbrado nuevas terapias para enfermedades incurables, como es el caso de las inmunoterapias celulares para el tratamiento del cáncer. En quince años las tecnologías de edición celular estarán muy extendidas.

No son pocos los que, ante la mención de conceptos como células madre o clonación, se llevan las manos a la cabeza ante lo que ven como una irrupción del ser humano en prerrogativas divinas. ¿Cuales son los principales argumentos de cara a desmontar tales miedos?

La investigación médica nos ha servido tratamientos para algunas de las peores enfermedades a las que se ha enfrentado el género humano y en ella recaen nuestras mayores esperanzas de cara a poder combatir la Covid-19. Las células madre no son otra cosa que un recurso más en la bien surtida caja de herramientas de la que disponen los médicos de cara a mejorar y alargar nuestras vidas.

Si ampliar nuestra esperanza de vida no comporta una salud maltrecha y una agonía en los últimos tramos de nuestra existencia, algo muy corriente a día de hoy, ¿contempla la muerte como un proceso indoloro y tranquilo?

Cuanto más vives, más rápido mueres, y con frecuencia la muerte sucede de manera repentina. Jamás nos libraremos de la muerte ni del dolor pero las enfermedades prolongadas, aquellas que se arrastran durante décadas, serán cada vez más raras.

Controlar la alimentación y pasar un poco de hambre de forma recurrente se encuentran entre las medidas más básicas que aconseja con el objetivo de retrasar el envejecimiento. Para el profano, ¿cómo se traducen estos pasos en un beneficio inmediato?

Un periodo de ayuno activa las defensas genéticas del organismo que combaten las enfermedades y el envejecimiento. El ayuno engaña al cuerpo haciéndole creer que se avecinan momentos difíciles por lo que se impone aplicar medidas defensivas.

Usted menciona que el peso de la genética en nuestra esperanza de vida se sitúa en apenas el 20%, cuando se tiende a pensar en una importancia mucho más marcada. ¿Cree necesario recibir una educación más profunda en cuestiones biológicas y médicas, empezando por la escuela?

No tengo dudad de que en la escuela deberían enseñarnos la nueva ciencia de la salud y el envejecimiento. Ahora somos capaces de medir el ritmo de envejecimiento con un análisis de sangre. Lo que comemos, cuándo lo comemos, cuánto nos movemos tienen efectos cruciales en nuestro ritmo de envejecimiento.

Gran parte de los tratamientos tienen un coste relativamente bajo y, con el tiempo, acabarán siendo genéricos, igual que lo son hoy las aspirinas. En Alarga tu esperanza de vida lamenta la falta de fondos destinados a la investigación sobre el envejecimiento. ¿A qué lo achaca: prejuicios, intereses económicos, conflictos éticos…?

El problema radica en el modo en que definimos el envejecimiento. Tradicionalmente ha sido considerado un proceso natural e intratable. Esto nos ha conducido a entender el envejecimiento como algo a lo que resignarse, de la misma manera en que el cáncer o las enfermedades cardiovasculares se vieron como naturales e intratables hace ciento cincuenta años. Los tiempos están cambiando.

El hecho de que el desarrollo de nuevos fármacos capaces de retrasar el envejecimiento esté en manos de laboratorios privados se antoja muy preocupante. ¿Nos enfrentamos a la posibilidad de una brecha social en el área de la extensión de la vida?

Los costes derivados de producir fármacos quedan fuera de lo que los gobiernos están dispuestos a pagar. En este contexto se vuelve indispensable el concurso de la empresa privada. La buena noticia es que una gran parte de los tratamientos tienen un coste relativamente bajo y, con el tiempo, acabarán siendo genéricos, igual que lo son hoy las aspirinas.

En su libro menciona la amenaza que la bioética ha supuesto para su trabajo. De todos modos, ¿diría que el campo de la genética demandan algún tipo de medidas de control ético?

Soy de la opinión de que es necesario un debate saludable y razonable, igual que ocurre con todas aquellas tecnologías capaces de cambiar el mundo. Lo peor que podríamos hacer es pretender que no están llegando.

Con la pandemia, por primera vez muchas personas reflexionaron sobre su mortalidad y advirtieron que gozar de buen salud a una edad avanzada es de extrema importancia.

Se muestra muy activo en Twitter e Instagram. ¿De qué modos cree que las redes sociales pueden ser útiles en su trabajo?

Hoy en día no abundan los científicos bajo el escrutinio público que sean capaces de informar a la gente. Me mostré especialmente activo durante esta pandemia, suministrando información útil, basada en datos y nuevas investigaciones, siempre que me resultó factible.

¿Hubo algo relacionado con la crisis del coronavirus que le sorprendiera en particular? ¿Y diría que el virus podría tener consecuencias notables en su campo de investigación?

He notado un crecimiento significativo del interés en la investigación médica en general y en la centrada en el envejecimiento en particular. Pienso que, por primera vez, muchas personas reflexionaron sobre su mortalidad de una manera profunda y advirtieron que gozar de buen salud a una edad avanzada es de extrema importancia.

¿Cómo reacciona a todas esas voces que han mostrado preocupación ante sus opiniones sobre la extensión de la vida al señalar posibles problemas como la sobrepoblación, el daño medioambiental, el colapso de los sistemas de pensiones…?

En Alarga tu esperanza de vida abordo cada uno de estos problemas desde ambos lados del debate. En líneas generales, los beneficios superan a las desventajas. Por ejemplo, mejorar la salud de las personas de edad avanzada permite ahorrar trillones de dólares que pueden destinarse a financiar las pensiones y a la solución de otros problemas como el cambio climático.

¿Cree que gran parte de la controversia que han provocado sus ideas son resultado de las dificultades que tiene mucha gente para diferenciar entre soluciones milagrosas y soluciones científicas?

Sí. Abundan las voces que aseguran contar con soluciones pero la mayoría carecen de pruebas que lo sostengan.

La literatura y el cine han abordado repetidamente la extensión de la vida por medio de argumentos terroríficos y personajes inquietantes como los científicos chalados. Quizá esto también ha jugado contra sus intereses…

Es muy posible. Nadie hace una película de terror sobre la lucha contra el cáncer.

Si envejecer en condiciones saludables y de forma activa acaba deviniendo la nueva normalidad, es imaginable un declinar del actual culto a la juventud. La gente mayor merecerá más respeto y será más valorada al extenderse su condición de miembros activos y productivos de la sociedad. Hubo en tiempo en que a una persona de 70 años se la consideraba vieja. Las percepciones son susceptibles de cambiar.

Fuente La Vanguardia (10/09/2020)

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